“Si hay algo seguro en esta vida,
si la historia nos ha enseñado algo,
es que se puede asesinar a cualquiera”.
Al Pacino (El Padrino II)
Hace ya varios días que no escribía por estar increíblemente agobiada por exceso de trabajo atrasado y algunos asuntos familiares, y aunque ello no ha cambiado, la verdad es que el asunto del asesinato de José Eduardo Moreira, hijo del exgobernador de Coahuila Humberto Moreira, y sobrino del actual mandatario, junto con la fuga de 132 reos en ese mismo estado, el abatimiento el domingo pasado de Heriberto Lazcano, alias El Lazca, líder de los Zetas y la inmediata desaparición de su cuerpo, ameritan que me dé un tiempo para ello.
Por cierto, mientras esto escribo estoy sentada en un restaurante italiano con música siciliana lo cual resulta más que ad hoc para el caso, aunque he de aclarar que esto fue fortuito.
Pero regresando al tema, analicemos la importancia que reviste el ataque directo hacia un familiar de un miembro conocido de la clase política, aunque no por ello reste importancia a los otros 80,000 muertos que ha dejado la guerra contra el crimen organizado de Felipe Calderón. En todos los casos se trato de terribles crímenes y el dolor infligido a sus familiares y amigos es el mismo, aunque las implicaciones y mensajes son completamente diferentes. Nos enfrentamos al hecho de que la clase política empezará a pagar su involucramiento a favor o en contra de las organizaciones criminales con los suyos. Ya habíamos sido testigos del ataque contra varios políticos y funcionarios públicos, pero no directamente contra sus familias, al puro estilo de los mensajes de la mafia siciliana tan bien difundidos por Mario Puzo y sus famosísimos libros.
Aunado a ello, habría que analizar lo sorprendente que resulta que en Coahuila los delincuentes se fuguen vivos y hasta muertos, reflejo de una ausencia absoluta de Estado, quedando evidenciado que la policía y las mafias actúan coordinadamente, en donde la clase política solo se dedica a administrar el caos en el mejor de los casos.
Ya el uruguayo Edgardo Buscaglia, consultor de las Naciones Unidas en materia de crimen organizado, ha venido alertando sobre la estrategia fallida de Felipe Calderón; la falta de controles que operen directamente en contra de sus ganancias; la impunidad y corrupción política sobre la que se basa gran parte de su poderío; y el involucramiento de la clase política y empresarial sin la cual estas organizaciones no hubieran crecido como lo han hecho y que ahora está siendo amenazada en lo más querido.
A falta de Estado y ante la debilidad institucional de los cuerpos de seguridad en nuestro país, empieza a instaurarse la Ley de Talión, en donde las organizaciones del crimen organizado comienzan a infligir el mismo daño a políticos y empresarios que los traicionan o los combaten. Y si como dice Buscaglia: “Cuando el umbral del dolor llegue a las casas de la élite política y empresarial de México………… ésta comenzará a ejercer presión para que se actúe contra el patrimonio del narcotráfico y cambien las reglas del juego”, entonces es ahora que estaremos iniciando un cambio en positivo en el combate contra este flagelo que nos tiene a todos los mexicanos entre la espada y la pared.
Difícil escenario para el Presidente entrante cuando el recrudecimiento de la violencia se presenta justo en estados gobernados por miembros de su mismo partido y en donde para colmo el discurso manejado por quien asume dentro de su equipo de transición la Coordinación General de Diálogo Político y Seguridad es mucho más que ambiguo “habrá una nueva estrategia contra la delincuencia organizada, pero no habrá cambios radicales”-lo que sea que esto signifique-.
En fin, mientras transitamos por este complicado fin e inicio de sexenio, nos leemos la próxima semana………….