Tanta Agua, una reflexión sobre el amor, la complicidad, la soledad y el fin de la infancia

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Lucia es una joven de 14 años que vive inmersa en su mundo. Duerme casi todo el tiempo y escucha música a alto volumen, la razón no se sabe, pero quizás lo hace para olvidar. Su vida no es fácil, sus padres se han divorciado, no tiene amigos y se encuentra a un paso de dejar la infancia y convertirse en una adolescente que deberá enfrentarse sola a una caótica vida.

Ella es la protagonista de la cinta Tanta Agua, la Mejor Opera Prima del Festival Internacional de Cine de Guadalajara y una de las propuestas cinematográficas que integran la programación del 33 Foro Internacional de la Cineteca Nacional.
La película, que se podrá ver del 26 al 30 de abril en la Sala 7 Alejandro Galindo de la Cineteca Nacional, aborda —desde tres perspectivas— la obsesión y añoranza por recuperar aquello que se ha perdido.
Pero también los sentimientos que despierta el primer amor, la complicidad que se origina entre dos personas aparentemente contrarias, la soledad, la inocencia y la confusión; incluso el «amor de padre» siempre presente en cualquier etapa de la vida o, simplemente, a pesar de la distancia.
A lo largo de 100 minutos, Tanta Agua invita al espectador a conocer el mundo de estos tres personajes en constante metamorfosis: Alberto, un padre obsesivo (de profesión quiropráctico), estricto y controlador que desea recuperar —a cualquier precio— el tiempo que ha vivido separado de sus hijos.
Lucía, una joven de 14 años tímida y enamoradiza, que se encuentra en estado de confusión y siempre a la defensiva; quién además siente un poco de temor y rencor hacia su padre, por lo que cualquier acción que este realice, la desespera y pone triste.
Y Federico, un niño consentido de 10 años que hace todo lo que quiere o su padre le dice, ya que para él todo es divertido o motivo de alegría.
La cinta, con un toque de melancolía, muestra como estos personajes entrañables emprenden un viaje hacia «La capital termal de Uruguay» con el objetivo de vivir y compartir momentos de diversión juntos, que más que distraerlos de su vida monótona, logra unirlos como familia.
El espectador también será partícipe de acciones cotidianas —entre ellas una cena y un juego en familia, una salida a una fiesta sin permiso que termina en borrachera, un día de pesca o un pequeño «robo» en una tienda— que exponen valores, hoy día, a veces perdidos: la honestidad, la comunicación, la amistad, el respeto por las creencias del otro, la solidaridad, el amor y el perdón.
Hacer pasar a los personajes por situaciones adversas causadas por las condiciones climatológicas, una distracción, un momento de rebeldía o simplemente por el placer, son los condimentos que Ana Guevara y Leticia Jorge utilizaron en esta cinta para mostrar como una «simple» excursión familiar se puede convertir en un escenario complejo y extraño que deja salir, según se crea o vea, el peor —o mejor— temperamento de cada personaje para hacerlo caer, levantarse y seguir adelante.

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