Con canciones que retoman las leyendas prehispánicas, a los dioses que crearon a nuestro pueblo a partir del barro y el maíz; el grupo BaNdula, se convirtió la tarde del domingo en el principal atractivo del barrio de Iztapalapa con su espectáculo Corazón de Barro y Piedra, que fue seguido en una calurosa tarde de baile y música por niños, jóvenes y adultos.
En el Centro Cultural Casa de las Bombas, los integrantes del grupo dieron a conocer algunas de las canciones que forman parte del disco que lleva el mismo nombre que el espectáculo y que está dedicado a las historias ancestrales del Estado de Morelos, donde las deidades tlahuicas y las musas tetelcingas, los chinelos y el mismo cerro del Tepozteco, aportaron su grano de arena en la creación de todo cuanto conocemos.
El célebre Carlos Rivarola, mejor conocido como Pelusa y fundador del grupo, salió al escenario entre los aplausos de los numerosos asistentes, que ya para las 14:00 horas, habían colmado los espacios del recinto perteneciente a la UAM Iztapalapa.
El proyecto de Corazón de Barro y Piedra conjuga a todo un equipo de profesionales, como el compositor Emilio Lomé; la cantante Violeta Ortega; las coreógrafas Leticia Martínez, Andrea Consejo y Penélope Vargas; Alfredo Pino y Pepe Bolón en la trompeta y percusión y Ernesto Anaya en la voz, cuerdas y arreglos.
El grupo interpretó temas de gran riqueza rítmica como el que da nombre al disco Corazón de Barro y Piedra, para después prender al público con otras canciones como El Tlacuache, El corrido de Juan Cartones, El vals de la emperatriz, La vecindad, La vagabunda y Brinco del Chinelo.
Durante la presentación, que fue acompañada de las palmas de adultos y jóvenes, no podían faltar los ritmos más latinos como La cumbia del Tepozteco, así como otras canciones que invitan a usar la imaginación como Bosque de agua, Los trece huipiles de Quetzalcoatl, El día que regresó Zapata y Las coplas de Toribio Cimarrón.
La producción retoma las leyendas ancestrales de Morelos. Se dice que el corazón de esa tierra, llamado cuexcomate por su mezcla de barro y piedra, fue obra de los dioses Tlahuicas, quienes además, añadieron a ese corazón sabiduría ancestral y lo sembraron en Cuauhnáhuac, guardando en su vientre treinta y tres semillas de maíz, para las cuales llegaron treinta y tres palomas que se hicieron treinta y tres mujeres, llamadas Tetelcingas.
Entre letras que hablan de las corrientes de aire sanadoras del cerro del Tepozteco, sobre la siembra y la cosecha, la valentía de grandes morelenses como Zapata, hadas y tlacuaches, la tarde transcurrió animada como un cierre ideal para la temporada de Semana Santa, uniendo a chicos y grandes en una celebración colectiva por la historia, las raíces y la calidad musical.