¿Funciona la democracia en México?
Como una primera respuesta se podría decir que en algo funciona aún la democracia electoral en México. Pienso que ha entrado en un ciclo de desgaste y que su calidad se ha deteriorado demasiado a partir del año 2000, cuando muchos suponíamos que la alternancia democrática en el poder nos conduciría inevitablemente hacia la transición.
Son innegables sus aportaciones y reformas que se han hecho para fortalecer el actual régimen de partidos políticos, pero también han mostrado que los hechos los han rebasado y que son urgentes otras reformas, sobretodo para evitar que pierdan credibilidad dichas instituciones que norman los procesos comiciales.
Nuevos conflictos post- electorales están apareciendo, mismos que ponen en duda la legalidad y legitimidad de quiénes mediante las urnas presuntamente obtienen el poder. Las nuevas normas para la publicidad partidaria son burladas constantemente, el financiamiento privado hacía los candidatos levantan serias sospechas, la equidad entre los competidores no se respeta y la reglamentación sobre las encuestas es muy frágil.
A lo anterior también habrá que agregar que el blindaje sobre la organización electoral por parte del IFE, mostro demasiados flancos vulnerables que despertaron serias sospechas desde el inició del proceso, sobre la integración de los consejos y funcionarios de casilla.
Cabe señalar que nuestra democracia participativa no es joven, lleva y tiene sus buenos años de funcionamiento, desde el control que tenía el gobierno sobre ella hasta su autonomía y ciudadanización de los órganos electorales actuales. Gradualmente ha venido modificándose de acuerdo a las propias circunstancias políticas y a las exigencias de la propia sociedad, en estos momentos pareciera que ha sufrido un retroceso y que la libertad y el valor del sufragio se ha visto vulnerado.
Nadie duda que la democracia electoral o indirecta sea la mejor vía pacífica y legal para que los partidos políticos diriman sus controversias ideológicas y alcancen el poder. En cualquier país las vías democráticas son las mejores alternativas para que los ciudadanos elijan a sus gobernantes y sirven como un antídoto en contra de las dictaduras.
Lo que estamos presenciando actualmente en el país, con las cientos de marchas sociales que están exigiendo elecciones libres y respeto al voto, debe poner en alerta a los partidos, al propio IFE y a los legisladores para que nuestra democracia tan endeble no sucumba o caiga en un fango.
Muchas situaciones sucedidas y actos cuestionados duramente estas elecciones del pasado 1 de julio pudieron ser evitados, sancionados y conducidos por la legalidad. Los consejeros electorales pudieron pero no quisieron.
La calidad, certeza, independencia, transparencia, equidad y legalidad de nuestros comicios esta siendo severamente cuestionada, más allá de los pasados resultados, las autoridades electorales no pueden esconder la cabeza. Viejas prácticas, nuevos o modernos mecanismos para coaccionar el voto de los electores, por las causas que fueren se pusieron de moda en estos comicios presidenciales.
El Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TRIFE) tiene la obligación jurídica de proceder a limpiar las elecciones y sancionar a los responsables de la presunta compra e inducción para beneficiar a tal o cual candidato. Si por otros intereses de poder los magistrados no lo hacen, nuestra democracia perdería su viabilidad y estaríamos caminando hacía nuevas formas autoritarias.
Independientemente de que suceda con la impugnación del Movimiento Progresista que postulo a Andrés Manuel López Obrador , para buscar invalidar los resultados que dan como triunfador a Enrique Peña Nieto; las protestas sociales que se están dando por todo el país no cesan, suben de tono y públicamente rechazan el regreso del PRI.
Desde cualquier ángulo que se le quiera ver, estos fenómenos sociales son nuevos y han rebasado la propia frontera electoral. Por un lado las instituciones electorales han quedado muy dolidas y lastimadas por las acciones, formas y métodos de los partidos políticos, sin excluir a los propios consejeros electorales. Por el otro, miles de ciudadanos buscan limpiar y sanear la democracia en las calles, defienden el deber constitucional de elegir libremente a sus gobernantes y quieren que su voto sea respetado. Están molestos porque piensan que aquel simple papel en donde votaron libremente y de manera secreta fue violentado por uno que se impuso y fue comprado.
No quieren que siga habiendo elecciones «sucias», que se haga trampa para alcanzar el poder y mucho menos que los vean como unos tontos.
Tal vez el resultado de antemano lo imaginemos y legitimen al ex candidato del PRI para el próximo 6 de septiembre. Que las batallas de López Obrador sigan por otros causes constitucionales y lleguen hasta la Suprema Corte de Justicia y luego también acuda a las instancias internacionales. Sin embargo se está configurando un fuerte movimiento estudiantil y social en un frente que está aglutinando a cientos de organizaciones ciudadanas, campesinas, obreras, magisteriales, artísticas y culturales que pueden convertirse en un enorme contrapeso político para quien asuma el poder en México o bien también se pueden radicalizar.
En días pasados en San Juan Atenco se reunieron más de 200 organizaciones de todos los perfiles y sabores, con una agenda política y social. El próximo fin de semana habrá una marcha nacional en contra de la imposición, después una asamblea nacional en Oaxaca, actividades de protesta por todas las entidades y en septiembre toma de ciudades. Acciones políticas que nada tienen que ver con el Plan de Acción por la Democracia y la Dignidad que encabezará López Obrador.
De una cosa estoy convencido, el PRI podrá operar, dialogar y negociar con la clase política opositora, con los actores y con las burocracias partidarias, más no tiene una ruta trazada para hacerlo con el actual movimiento emergente que se mueve en todas partes.
Sobre todo porque no sabe con quién hacerlo, dicho movimiento es una cabeza de hidra, aún no tiene dirección y en estos momentos quien busque acercarse al poder, se auto expulsará de in mediato. Tampoco los podrán reprimir o perseguir. Ojalá que los chavos agarren la onda y su lucha sea por mejorar la calidad de nuestra democracia para que no suceda lo que hoy cuestionan con razón.
Bajo estos escenarios los propios partidos políticos nacionales no quedan bien parados y su situación es crítica, aunque no lo reconozcan y acepten. El proceso electoral los puso al descubierto y otra de las lecturas pendientes será sobre su crisis de representatividad, han dejado de funcionar para los ciudadanos, no tienen proyectos viables, no son modernos, no tienen ideas, no le están apostando al futuro y su modelo político se ha agotado. Solo sobreviven de los espacios públicos, de las prerrogativas económicas y de los votos que les regalan en cada proceso electoral los incautos ciudadanos.