Al norte de Ensenada, Baja California, arqueólogos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) investigan una de las áreas más ricas en campamentos estacionales de grupos cazadores-recolectores-pescadores, donde a la fecha se han registrado 109 sitios arqueológicos con antigüedades que van de 3,000 a 1,700 y 1,200 años; 104 son costeros y cinco se encuentran en los valles intermontanos, dentro de la comunidad indígena kumiai de San Antonio Necua.
Los campamentos costeros se caracterizan por ser concentraciones de conchas de moluscos que pueden estar asociados a morteros fijos tallados en roca, metates, fogones, artefactos trabajados en hueso o concha y herramientas de lítica que reflejan la práctica de la cacería. Tierra adentro disminuye la cantidad de valvas, pero en San Antonio Necua se localizaron vestigios arqueológicos como los mencionados, pero vinculados a petrograbados y pintura rupestre.
Los materiales arqueológicos descubiertos en ambos tipos de campamentos corresponden a las épocas Arcaica (7,500 a 1,500 a.C.) y Prehistoria Tardía (1500 a.C. a 400 d.C.), y reflejan el movimiento de los antiguos indígenas de la costa hacia los valles interiores.
La investigación es llevada a cabo desde 2010 por la arqueóloga Enah Montserrat Fonseca Ibarra, del Centro INAH-BC, a través del proyecto “Estudio de campamentos en la línea costera y valles intermontanos de Baja California”, en la región norte de Ensenada, dentro de un área de estudio que va de Playas de Rosarito hasta Punta Banda, y de la Sierra de Juárez al Océano Pacífico.
La arqueóloga explicó que los campamentos tienen características diversas, algunos son muy ricos en concentración de concha, lítica y hueso. Hay algunos que llegan a medir hasta 20 metros mientras que otros son de apenas 5 m de diámetro, con poco material. Otros pertenecen al periodo Arcaico, y probablemente corresponden a grupos nómadas que se establecieron por largo tiempo, en comparación con los pertenecientes a la Prehistoria Tardía.
De acuerdo con los fechamientos por carbono 14, realizados por la Subdirección de Laboratorios y Apoyo Académico del INAH, dos de los tres sitios excavados corresponden al periodo Arcaico; uno data de 2864±75 años A.P., y el otro de 3254±77 años A. P., mientras que la muestra para datar el tercero se encuentra en proceso.
Fonseca Ibarra detalló que en el área de estudio se encontraron campamentos de producción, habitacionales al aire libre y en abrigos rocosos. De los 104 sitios arqueológicos costeros que se registraron, se seleccionaron 16 con mayor potencial arqueológico para excavar, ubicados en la región de Bajamar, de los cuales tres se exploraron en la más reciente temporada de campo, en 2012. “En esos tres campamentos descubrimos gran cantidad de huesos de animales, deshecho de conchas, así como manos de metates, herramientas de lítica y 13 fogones de tres diferentes tipos”.
Asimismo, la investigadora del INAH abundó que durante el trabajo de campo se lograron identificar particularidades entre fogones, “ahora nosotros estamos detectando que unos están hecho con una cama de piedra; otro tipo que es el clásico, donde se colocaron rocas formando un círculo sin nada al centro, y un tercer tipo de fogón fue elaborado colocando una especie de lajas y encima pusieron piedras circulares”.
Montserrat Fonseca comentó que las diferencias entre fogones son importantes, porque indica diversidad de formas o fases en la preparación y conservación de los alimentos.
También señaló que identificaron reutilización de espacios; es decir, los vestigios indican que hubo grupos nómadas que regresaban años después a los mismos campamentos que ya habían establecido; lo que se sabe por la sobreposición de elementos arqueológicos y por la presencia de herramientas que se escondían entre afloramientos rocosos, entre éstas, las manos de los metates, que se quedaban protegidas mientras abandonaban el sitio y que recuperaban a su regreso.
Informó que se tomaron muestras del sedimento encontrado al interior de los fogones, y actualmente se hacen estudios para detectar qué combustible utilizaban y determinar referencias de temporalidad. También se tiene avanzado en 50 por ciento el análisis osteológico para identificar a qué especies corresponden los huesos de animales obtenidos.
Hasta el momento dicho estudio indica que uno de los tres concheros excavados tiene predominantemente restos de peces; otro tiene más de mamíferos (lobo marino, ballena, delfín), seguramente recolectados al varar en la playa; y del tercero continúa el análisis.
“Los tipos de especies indican las estrategias de pesca; por ejemplo, hay especies de zonas de algas, donde no se pueden meter redes, lo que refiere que la captura debió haber sido por medio de anzuelos, y para cazar otras especies más grandes fueron usados arpones; así es como definimos qué técnicas de captura fueron utilizadas”.
Otro material estudiado —dijo Fonseca Ibarra— es la concha, de la que se examinan especies y peso; los análisis indican que preferían tallas chicas (1 a 5 cm) de abulón negro y mejillón. Asociadas a los fogones se encontraron vértebras de pescado (negras por efecto del fuego), dos puntas de proyectil y una pesa usada en la pesca para sumergir redes o anzuelos.
En lo que se refiere a la lítica, la arqueóloga refirió que se tiene registrado todo el proceso de manufactura de talla, desde núcleos de piedra, percutores, lascas hasta herramientas terminadas como raspadores, pulidores, cuchillos, perforadores, entre otros.
Además de los recorridos de superficie realizados, en la costa se trabajó en los valles intermontanos, en la comunidad indígena kumiai de San Antonio Necua. Cañón de los Encinos, donde se registraron cinco sitios arqueológicos del periodo Prehistoria Tardía, “guardan muy buen estado de conservación porque están protegidos por la propia comunidad; en estos sitios se descubrieron objetos de industria lítica tallada y pulida, cerámica, gran cantidad de morteros y metates fijos de la época prehispánica y objetos del siglo XIX”.
Asimismo, cerca de la comunidad se registró un sitio con pintura rupestre, del cual aún no es posible determinar la antigüedad. El mural tiene una sobreposición de motivos: la primera fase se caracteriza por figuras antropomorfas y manos en tonos rojos; y la siguiente etapa se distingue por diseños geométricos elaborados en color negro.
Como parte del mismo proyecto, conjuntamente con la lingüista Daniela Leyva, el INAH-BC brinda apoyo a la comunidad kumiai de San Antonio Necua para actualizar el Museo Comunitario Siñaw Kuatay. A la fecha se han analizado piezas arqueológicas del acervo del recinto, y el INAH registró los cinco nuevos sitios que se encuentran dentro del Ejido; en tanto que Luis Gabriel Razo, custodio del Centro INAH-BC y artista local, elaboró una reproducción de la pintura rupestre recientemente registrada.
Finalmente, en el ámbito de la conservación de dichos lugares, se establecieron acuerdos con el Instituto Municipal de Investigación y Planeación de Ensenada (IMIP) y el Comité de Planeación para el Desarrollo del Municipio de Ensenada (Copladem), para trabajar de manera conjunta e incorporar los sitios arqueológicos de la entidad en los planes parciales de desarrollo de ese ayuntamiento, como una estrategia de protección.