Tres autoras menores de 30 años ganaron el premio Independiente de Joven Dramaturgia 2012, convocado por el Colegio de Literatura Dramática y Teatro de la UNAM; el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes, a través del Programa México en Escena, y Ediciones TeatroSinParedes.
El reconocimiento consistió en la publicación de las obras en un solo tomo; en esta ocasión, fue comentado por el director de teatro David Psalmon y por Javier Malpica, quien además fungió como parte del jurado que dictaminó la selección de las obras, que “están llenas de afortunadas coincidencias”, dijo en la ceremonia.
“La primera de ellas, la encontramos al decidir quiénes serían las ganadoras, pues las tres son mujeres, además de que el contenido de sus propuestas también tiene ciertas relaciones temáticas, como el hecho de incluir, desde diferentes perspectivas, referencias al fin del mundo”.
En esta primera edición del concurso fueron recibidas 38 obras provenientes de 10 estados de la República, mientras que la edad promedio de los aspirantes fue de entre 20 y 35 años.
“Tanto la obra ganadora como el resto de los textos galardonados, permitirán ofrecer al lector un panorama del imaginario de estas tres promesas de la dramaturgia mexicana. Pues tanto Muñoz, Gándara y Pinedo —primero, segundo y tercer sitio—, se atreven a proponer indagaciones que exponen sus intereses temáticos y los procedimientos mediante los cuales reflexionan sobre su tiempo, y los padecimientos de la comunidad de la que forman parte».
Los Invertebrados, de Sara Pinedo, integrante del Colectivo Alebrije y egresada en Ciencias de la Comunicación por la Universidad La Salle Bajío, es el texto ganador el Primer lugar del Premio Independiente de Joven Dramaturgia (PIJD) 2012.
Pinedo dijo que en esta ocasión decidió abordar el tema de cómo las personas van perdiendo el impulso que en su juventud les permitía construir sueños, “porque luego la realidad se los quita, o bien ellos mismos se sabotean, no lo sé precisamente, pero ese cuestionamiento es lo que me interesó retratar en esta obra, pues es un poco de lo que me pasa a mí.
“Me gusta y me parece divertido, definirme como burócrata y dramaturga, pues efectivamente trabajo en una dependencia de gobierno en León, Guanajuato, donde he visto cómo hay personas que tenían planeado estar ahí un par de años y ahora están a punto de jubilarse, lo que justifican por las prestaciones, el sueldo seguro y esas cosas, pero a cambio de eso han perdido sus sueños, que efectivamente, es una especie de apocalipsis personal”.
Su aseveración se refiere a los comentarios de su compañera de mesa, Mariana Gándara, cuyo texto El último arrecife en su tercera dimensión, ubica su historia en un bote, donde una familia despierta luego del apocalipsis y comienza a recordar cómo fue que todo ocurrió.
Ella fue la primera en señalar la coincidencia temática sobre el tema. “Creo que esto pasa porque pertenecemos a una generación que ha vivido en medio de falsos apocalipsis como en ninguna otra época de la historia, primero con la llegada del nuevo milenio y hace a penas un año con la predicción maya del fin del mundo en el 2012.
“Así que considero que necesariamente esta es una preocupación, que no solo a nosotras como dramaturgas, sino a todos los artistas de nuestra generación nos tiene impactados, sobre todo porque no ha pasado nada… y no quiero decir que ojalá suceda algo así, en absoluto, sino que hay que imaginar lo que es vivir con la idea de que el mundo está por acabarse, escucharlo desde la infancia, eso provoca que la actitud frente a varias cosas sea diferente, de cierto apuro”.
Crayolas rosas, de Laura Muñoz, también aborda desde otra perspectiva algunos de los aspectos planteados por Gándara, pues en su obra una pareja intenta encontrarle sentido a su relación en un mundo que está por acabarse.
“Aunque en mi caso, el planteamiento más complicado está en el montaje mismo de la obra que plantea el empleo de una voz en off que narra situaciones que parecen no tener relación con lo que ocurre en el escenario, donde los actores dialogan sobre varios asuntos, pero que el espectador descubre poco a poco que todo tiene un mismo propósito.
“Aunque sí creo que es una cuestión generacional, eso me parece interesante porque concursos como este ponen en evidencia justamente las preocupaciones actuales de los dramaturgos, con temáticas que pronto veremos en escena y que tienen el propósito de hacer reflexionar al espectador, desde perspectivas renovadas, sobre estos asuntos”.