Rinden homenaje a la coreógrafa Guillermina Bravo a un año de su fallecimiento

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Con los acordes musicales de Silvestre Revueltas, en obra La noche de los mayas, pero también con música del estadounidense Philip Glass e incluso con una pieza de tambora sinaloense, los discípulos de la coreógrafa mexicana Guillermina Bravo (Chacaltianguis, Veracruz, 13 de noviembre, 1920-Santiago de Querétaro, Querétaro, 6 de noviembre, 2013) le rindieron homenaje a un año de su fallecimiento, con una función especial de danza en el Palacio de Bellas Artes.

 

La artista mexicana, ganadora del Premio Nacional de Ciencias y Artes 1979, ha sido considerada como la más importante coreógrafa de este país a lo largo del siglo XX. Su obra estuvo presente gracias a los alumnos de las instituciones que formó, pero también a través de algunas de las coreografías que creó a lo largo de su carrera como El llamado, Constelaciones, Danzantes, Muchacha Cazadora y Leona Cazadora.

 

En la función especial de homenaje a la bailarina Guillermina Bravo, los alumnos del Colegio Nacional de Danza Contemporánea y de las compañías DramaDanza y Epicentro, mostraron sobre el escenario del Palacio de Bellas Artes algunas de las piezas originales de la maestra que llegó a hacer del Ballet Nacional de México, la compañía más importante del país.

 

Primero se proyectó una intervención de video llamada Huellas, realizada por el artista visual Mario Villa, quien armó un caleidoscopio con imágenes de bailarines blanco y negro, en alto contraste, apoyado en música de Gabriela Ortiz y Herbert Vázquez.

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Como segunda pate del homenaje un grupo de 50 bailarines jóvenes, de entre 15 y 20 años, representaron una espectacular coreografía en la que sus giros, movimientos y cruces, recordaban el vuelo sincronizado de las aves en parvadas, en un montaje creado por Orlando Shekher y Rossana Filomarino. Los jóvenes, que son alumnos de bachillerato y licenciatura en danza del Colegio Nacional de Danza Contemporánea y realizaron su representación vestidos de color blanco y acompañados de música original de Rodrigo Castillo.

 

Tras el espectacular despliegue realizado por los jóvenes, que lo mismo se formaban en un grupo compacto que estiraba sus manos dentro de un cono ce luz, que se dispersaban con danza en giros parecidos a un tornado, vino una tercera parte del homenaje, que fue una interpretación individual de la bailarina Itzel Zavaleta, llamada Guillermina, memorias del corazón.

 

Zavaleta, miembro de la compañía DramaDanza presentó sola, en el escenario de Bellas Artes, un ensamble de cinco danzas en las que se apoyó con una sombrilla, una mascada y una silla para representar la variedad de intereses musicales y dancísticos de Guillermina Bravo. Así reunió en una coreografía continua cinco danzas: Viaje a África, Tlacotalpan, Militancia,Herencia y Hoy y siempre. Aquí se utilizó música de Manuel M. Ponce, Padre Soler y Philip Glass, así como Tambora sinaloense.

 

Como cierre del homenaje la compañía Epicentro, que es el Grupo Experimental del Colegio Nacional de Danza Contemporánea, interpretó la obra La noche de los mayas, versión dancística de la famosa obra sinfónica de Silvestre Revueltas que fuera llevada al cine en 1939.

 

En esta obra, que inició con un conteo en lengua maya del número uno al 43¸se narra la historia de una princesa maya que se enamora de un hombre blanco, mientras que un nativo guarda un amor fervoroso hacia ella. De este triángulo amoroso y las conspiraciones de la luna nace una de las piezas coreográficas más famosas de Guillermina Bravo que, para el homenaje, fue montada por el coreógrafo Desiderio Däxuni Sánchez.

 

El legado artístico de Guillermina Bravo marcó de manera fundamental la historia de la danza mexicana. Ella no fue una bailarina de formación lírica sino que estudió e introdujo a México las técnicas de la coreógrafa estadunidense Martha Graham, según la cual la estructuración y el manejo del cuerpo dependían del dominio de la técnica dancística.

 

El homenaje a la artista mexicana concluyó con un largo aplauso de sus colegas y discípulos que la trajeron a la memoria la noche del 15 de diciembre, en el máximo recinto cultural de México.

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